Cuando acabaron los fuegos artificiales, Alberto y sus amigos se acercaron a la hoguera. Todavía tenían ganas de disfrutar de los últimos segundos de la fiesta. De camino, pasaron cerca del guiñol. Allí había un pingüino que tocaba la guitarra y un canguro piragüista que reía sin parar. Antes de irse a casa, se comieron un delicioso merengue multicolor.